Que el “arte sonoro” constituye o no una nueva forma de arte es una cuestión mas que solucionada. Corresponde tanto a una expresión de algo que ya existe y es inevitable contener dentro los parámetros por donde ya transita el arte. Comunica muchos actores y conceptos que nos permiten reflexionar mas sobre el arte que sobre el sonido. Es como el cuento aquél de: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí” de Augusto Monterroso. Cuando sentimos la necesidad humana de catalogar, pensar y decidir todo existía desde hace mucho tiempo.
Los encuentros sonoros de Neuhaus y deambular por los sonidos en sus “conferencias/demostraciones” culminan el escuchar como práctica estética. Igualmente pasear es una práctica sonora en todos sus aspectos, ya que es inevitable sentir el cambio sensorial que supone deambular por el espacio. El paseo es sonoro en toda su extensión.
Otra de forma de intentar contener el “arte sonoro” es la manera de afinar el mundo y de acomodar nuestro criterio sobre el valor de los sonidos y la música. Los cuatro autores y las referencias de sus obras son muy inspiradoras y suscitan muchas cuestiones en torno al compositor/creador, interprete/ejecutor y espectador. Es una pregunta interesante la que trata Kim Cohen con el “arte sonoro no coclear”, pensar en el ruido social, la multiplicidad de los sentidos y el contenido del sonido, para poder reflexionar de si la escucha puede ser musical y de ser así quien la interpreta.
Desde luego merece importancia los cuerpos y espacios sonoros que nos transitan. Entre ellos existen una serie de relaciones muy especiales. El espacio contiene sonido y lo moldea para darle forma. Mientras que el sonido se expande activando el espacio para introducirle unos limites temporales. Por eso la afirmación de Salomé Voegelín sobre la filosofía del arte sonoro tiene que contener el tiempo y el espacio, mucho mas complejo que las experiencias artísticas tradicionales.
Como una práctica expansiva las instituciones tradicionales del arte se tienen que sentir obligadas a naturalizar el sonido y la escucha como práctica estética para integrarla en los circuitos comunes de museos y exposiciones. J.M.Costa consolida que el arte sonoro funciona mejor cuando sale al encuentro del espectador, cuando los impulsos superan e integran el sentido de la vida. Por eso la relación con la obra de Times Square (Neuhaus,1977) donde la espontaneidad del medio y el espacio cohabita y se mezcla con su entorno, o con el paisaje urbano circundante. Por eso se trata mas de construir una experiencia que interaccione activamente con el publico que de cuestiones artísticas. Creo que al final las suites de Bach acabarán llamándose arte sonoro.
Por otra parte las transcripciones del podcast de la exposición Audioesfera en el Reina han sido un indicador de que cuando se hace con vehemencia y lo consideras una expresión, como una extensión de tu lenguaje intencionado el resultado es demostrativo de un giro estético. Recuerdo mi paso por aquella muestra y fue una experiencia en todos los sentidos, ya que los espacios están adecuados para la escucha y casi anulaban todo aquello que no necesitabas.
En el afán de expandir los limites de la escucha me ha llamado la atención el sonido de los materiales o que los materiales se escuchan como medio silencioso. Por eso adecuar el oído, como se adecua la vista a la oscuridad. Cuando entras a una sala oscura y poco a poco tus sentidos se afilan para sentir y ubicarte. Pues lo mismo pero con una frecuencia que te permita no escuchar nada y trasmitir un silencio que poco a poco tus órganos de audición van captando. Sería la idea para trabajar una obra relacionada con el sonido.